Panchita, Ordóñez,
Varona, Nancy, son ancianos que deleitaron mi día al menos durante media
mañana. Cuánta sabiduría, cuánto amor, cuántas ganas de vivir acumuladas en
estos hombres y mujeres que actualmente pasan sus días en la casa de abuelos,
“Amalia Simoni” de esta ciudad.
Están allí porque,
para muchos de ellos, la vida no ha sido fácil después de rebasar el umbral de
la tercera edad. Esos años que debería ser los más dulces de la existencia
humana, les han traído la pérdida de amores, de la comprensión familiar, de
capacidades físicas, e incluso de hijos y nietos.
Están allí porque
se niegan a perder las esperanzas de superar esos dolores, más del alma que del
cuerpo, y porque para ellos es un sitio seguro donde reedificar lazos de afecto
que, aunque no conlleven ADN de por medio, gratifican el cuerpo y curan
las heridas del alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario