viernes, 26 de octubre de 2012

Mi voz por Santiago


  Cuando un cubano llora, las lágrimas corren como aguas de un río crecido por las venas del dolor de toda la Isla. Por eso hoy, tras las intensas jornadas de cobertura periodística por el paso del huracán Sandy, mis letras no quiero dedicarlas a mi ciudad, que por suerte esta vez libró de las fatídicas inundaciones de sus dos ríos queridos. Mis palabras, mi dolor y mi respeto, son para el pueblo santiaguero, esa heroica tierra que hoy, obligada por el azote absurdo del clima, tiene que levantarse y seguir adelante. Duele ver que el viento y la lluvia troncharon el amor de un ser querido, el cobijo hogareño, la seguridad de un local de trabajo, el comercio, el parque, la farmacia, pero… suerte de cubanos testarudos que somos: hasta Santiago, y no precisamente a pie, va en camino un huracán de brazos solidarios, dispuestos a demostrarle a la naturaleza que no hay fuerza más potente que el amor entre semejantes, especialmente cuando la tragedia toca la puerta.

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