Muchas personas que
no lo conocen llegan al restaurante Mesón del Príncipe, en Camagüey, y
realmente en su primera impresión no piensan que se trata de un negocio
administrado por particulares o “cuentapropistas”, término genérico en Cuba
para hablar de la iniciativa privada. Elegancia, distinción, sobriedad, una
exquisita decoración que rinde tributo a la bella ciudad que lo acoge,
constituyen el primer efecto de impacto visual en el cliente, a lo cual se suma
luego una atención de alta profesionalidad y una comida de sabores únicos, de
la cocina tradicional cubana y también de la internacional.
Es difícil lograr
esa combinación necesaria en un local de ese tipo, teniendo en cuenta que aún
están irresueltas varias cuestiones imprescindibles para el pleno desarrollo de
la pequeña empresa privada en el país. Por ello el cliente se asombra, y a la
vez añora esa distinción en los restaurantes estatales, donde precios un poco
más asequibles deberían ir acompañados de otros conceptos básicos de la
hostelería y la restauración que el sector particular está asumiendo con fuerza
y constancia, y el restaurante Mesón del Príncipe es uno de los que marca la
delantera en Camagüey en ese sentido.
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